miércoles, 2 de febrero de 2022

San Juan de la Cruz

Místico, cuyo nombre era Juan de Yepes y Álvarez, aunque es universalmente conocido por su nombre religioso el de San Juan de la Cruz. Nació en Fontiveros (Ávila) en 1542 y murió en Úbeda (Jaén) en 1591. Con su contribución, la poesía mística española alcanzó su punto más alto.

Autor del Siglo de Oro
Estudió con los carmelitas en Medina del Campo, y en 1563, ingresó en la orden con el nombre de San Matías Juan. Entre 1564 y 1568 estudió en Salamanca. Antes de terminar sus estudios, en 1567, conoció a Santa Teresa de Jesús, que la ganó por la causa de reforma del Carmelo.

Desde entonces, se hizo cargo de la reforma de los hombres de la rama de la orden, mientras que Santa lo hizo en la rama femenina. Fundó conventos en Alcalá, Duruelo, Pastrana, Segovia y Ávila (Convento de la Encarnación). Como cabeza de la reforma, fue objeto de persecuciones por parte de la rama que quedó en el Carmen Calzado. Así, fue capturada por los propios monjes y encarcelada en Toledo en 1577.

Su prisión le sirvió para componer la memoria parte de su Cántico espiritual. Tras nueve meses en prisión, logró escapar y continuar su misión, fundando monasterios en Baeza y Jaén. En 1582 fundó con la venerable Ana de Jesús, (secretaria de Santa Teresa) el Convento de Granada. Fue su época más fructífera como poeta: compuso la ascensión al Monte Carmelo, la noche oscura y la llama viva del amor, y concluyó su obra titulada, Cántico espiritual.

Hasta 1585 estuvo en Granada y, a partir de esta fecha, Procurador General de Andalucía. Continuó con la labor de su Fundación hasta su muerte en Úbeda en 1591. Está enterrado en la Catedral de Jaén. En 1726 fue canonizado y en 1926 proclamado Doctor de la Iglesia. Su fiesta se celebra el 14 de diciembre, fecha de su muerte.

La obra de San Juan de la Cruz nos ha llegado poco a poco: los problemas que tuvo con la Inquisición (que había destruido parte de sus papeles después de su muerte), y su agitada vida de fundador nos han preservado solo una parte, aunque enormemente valiosa en su trabajo. Su característica de poeta místico le da a su poesía una dificultad interpretativa dado que habla con muchos de sus contemporáneos, entre ellos el propio Santa Teresa. Como forma de explicar lo inefable de la unión mística, se utilizaron imágenes inconexas y delirantes, pero profundamente plásticas:


«Mi amado, las montañas, los valles, solitarios, nemorosos, las islas extrañas, los ríos sonorosos, el silbido del aire amoroso».

«La aurora levantes par sosegada en noche. Música tranquila, soledad sonora, cena que recrea y enamora».

Esto le obliga a ir a un experimentalismo lingüístico que no es, en un segundo plano, sino afán de comunicar algo que sobrepasa los sentidos. Consciente el poeta de la dificultad de su obra (que en ocasiones fue descrita como «metedura de pata»), recurrió a explicaciones en prosa para aclarar los términos de sus composiciones (así, por ejemplo, las Glosas al Ascenso al Monte Carmelo, escritas entre 1578 y 1583; el Cántico espiritual y La llama del amor, Los dos 1584; o La noche oscura (1579). Sin embargo, la dificultad del tema no se aclara con estos comentarios, a veces, contribuyendo a una oscuridad mayor que los símbolos de la poesía.

Como poeta, San Juan comienza su obra tarde, durante el cautiverio mencionado en 1578, a la edad de 36 años, y continuó hasta 1586. Desde esta fecha se dedicará a la corrección de sus escritos.

Su obra poética, tal y como nos ha llegado, se compone de dos tipos de obras: la mística y aquellas en las que el poeta explica partes de las Escrituras (así Romances sobre el Evangelio, In principio erat Verbum, sobre la Santísima Trinidad, o la Super flumina Babilonis, traducción en romance del Salmo).

Dentro del primer párrafo (el más valioso, sin duda de su obra) se puede distinguir, a su vez, entre partes simples (las que trataban de los coros profanos divinos) y los grandes poemas místicos. Son el primer Vivir sin vivir en mí, poema que también Santa Teresa; glosario Después de una lanza amorosa; Por toda la belleza; y sin arrimo, arrimo. Con respecto a estos últimos, son la parte más difícil de la obra de San Juan y en ellos el lenguaje simbólico alcanza niveles de difícil superación.

Cabe destacar su variedad métrica, que va desde los versos octosilábicas de «Hors donde no conocía», hasta cuartetos de once sílabas de «un solo pastorcito se arrepiente», pasando por el uso de la lira en la «llama del amor», el Cántico espiritual, o en la Noche oscura, coplas con coro del Canto del alma.

El Cántico espiritual es considerado su obra maestra, porque realiza la fusión de multitud de elementos de su educación en artes liberales y la lectura de la Biblia, especialmente el canto de canciones, para describir el encuentro del alma con su amada. La falta de conexión lógica, común en su obra, es sembrar diferentes elementos que surgen dispersos hasta cristalizar en un momento determinado. También, referencias a la guerra o a los temores del amado.

«Y cada pocos vaganme estás agradeciendo, comentando, y todo me llagan y dejanme muriendo un no sé lo que dejó balbuceando».

Dispersos a lo largo de todo el poema, tienen sentido al final, como señala en su magistral lectura del poema Domingo Ynduráin, cuando la desaparición de los elementos negativos, encarnados en Amminadab, permiten que todos descansen en el amado:

«Nadie lo miraba, Amminadab ni parescia, y la sosegaba y que rodeaba la caballería a vista de las aguas bajó».

Sin embargo la falta de lógica, el poeta crea una serie de conexiones constantes que el lector percibe a través de referencias y evocaciones que permiten seguir el hilo de pensamiento del poeta y el sentido místico platónico del Renacimiento que cruza el tema bíblico que, con respecto al resto de poemas, cabe destacar cómo San Juan se hace con el lenguaje poético de su siglo para atender símbolos como la noche, tan frecuentes, para no ir más lejos, en la obra de Francisco de la Torre, o formas propias de poesía garcilasiana:

«En una noche oscura, adelante en el amor hinchado, ¡oh dichosa ventura!, pasó desapercibido, una vez apacible hogar».

Noche oscura.

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