jueves, 3 de febrero de 2022

Fernando de Herrera

Poeta español, nacido en Sevilla en 1534, y fallecido en su ciudad natal en 1597. Por la perfección formal que alcanzó su poesía, depositario de los últimos ecos del patrimonio petrarquista recogido y difundido por Juan Boscán y Garcilaso de la Vega, fue conocido entre sus contemporáneos por el apodo de «El Divino».

Autor del Siglo de Oro
Pocos detalles conocemos sobre la vida de este poeta español del siglo XVI. Fue hijo de padres honestos, posiblemente hidalgos. No podemos estar seguros donde estudió; Podría hacerlo en el colegio fundado por Maese Rodrigo Fernández de Santaella, reconocido por la ciudad de Sevilla como Colegio de Santa María de Jesús; También existe la posibilidad de que estudiase en el Colegio de San Miguel.

Sí se puede decir con certeza es que no estaba terminando la escuela, ya que ninguna de las calificaciones académicas que, ciertamente, habría agregado a su nombre falló. Recibió las órdenes menores de Ostial, lector, exorcista y acólito, lo que le permitió solicitar y obtener un beneficio en la Parroquia de San Andrés de Sevilla. Las obligaciones se limitaban a cantar en el coro, leer su breviario y ayudar con su vestimenta eclesiástica a una misa dominical o diaria.

En 1565 fue trasladado definitivamente su residencia sevillana a Don Álvaro de Portugal, Conde de Gelves, y a su esposa Doña Leonor de Milán. El Conde también patrocinó un encuentro literario al que asistieron, entre otros, Juan de Mal Lara, Pacheco, Baltasar del Alcázar, Juan de la Cueva, Figueroa Mosquera y el propio Herrera. La Condesa tuvo un gran impacto en Herrera, que se convirtió en el centro de su «poesía amatoria». La relación entre el noble y el poeta era muy confiable, como lo hizo Doña Leonor depositaria de su voluntad. Pasó los últimos años de su vida tranquilamente en la ciudad de Sevilla, donde murió en 1597, a los 63 años de edad.

Fue un hombre de gran cultura, como lo atestigua su biógrafo Pacheco, y tuvo una particular lección de santos, aprendió matemáticas y geografía, como parte principal, con gran eminencia. También poseía conocimientos de filosofía y medicina. También fue un conocedor de las lenguas y literaturas del griego y latín; en esta última escribió algunas composiciones, como recordaba Francisco de Rioja:

«conocía muy bien la lengua latina, e hizo muchos epigramas, llenos de arte y pensamientos y formas de hablar, elegidos en los escritos antiguos más ilustres sobre ella».

El catálogo de sus obras incluye dos grupos: obras enlatadas y obras perdidas. El primero se reduce a cuatro libros en prosa: Relación de la guerra en Chipre, y Éxito de la Batalla de Lepanto, publicado en Sevilla por Picard en 1572, que contiene al final uno de los poemas más famosos del bardo sevillano, el «Canto en homenaje a Juan de Austria por la victoria de Lepanto»; Tomás Moro, ejemplar del santo inglés, imprimió la vida en Sevilla en 1592 por Alonso de la Barrera; Las obras de Garcilaso de la Vega con Anotaciones de Fernando de Herrera (Sevilla, 1580), considerado por Antonio Alatorre como «el más bello libro de crítica literaria y poesía erudita que se escribió en la España del Siglo de Oro».

Es un libro en el que edita con comentario la poesía de Garcilaso, pero es un compendio de creación poética, retórica y crítica literaria, a lo que hay que sumar una amplia erudición enciclopédica y un esbozo del arte poético nunca escrito. Estrechamente relacionada con esta última obra, aunque no fue impresa en la vida del poeta, está la respuesta a las observaciones del dudoso «caballero», Prete Jacopin, en las que Herrera defiende los ataques contra las anotaciones que había lanzado el Condestable de Castilla.

A estas obras en prosa hay que añadir su libro de poemas, publicado en Sevilla en 1582 bajo el título de algunas obras, libro que contiene 91 composiciones desglosadas de la siguiente manera: 78 Sonetos, 7 Elegías, Odas 5 y una Égloga. A estas obras habría que añadir poemas sueltos escritos para el libro preliminar de amigos, y un gran número de composiciones que se han conservado en manuscritos dispersos en diferentes bibliotecas.

De las obras perdidas de Herrera tenemos noticia gracias a citas que de ellas hace el propio Herrera, Pacheco, Francisco Rioja o el señor Duarte. Pacheco, en el esbozo biográfico que acompaña a su libro Descripción de verdaderos retratos de hombres ilustres y memorables, cita varias de estas obras: un poema trágico los Amores de Lausino y Corona, varias églogas, la Gigantomaquia, la traducción del Rapto de Proserpina de Claudiano, y, finalmente, una Historia general del mundo hasta el reinado de Carlos V; En este catálogo, Francisco Rioja añadió un Amadís. Algunas de estas obras nunca se completaron y otras tal vez ni siquiera para escribir.

Ninguno de sus amigos y biógrafos nos dan noticias de lo sucedido con estos textos de Herrera, aunque Pacheco y el señor Duarte hablan de una usurpación, pero sin especificar el autor o autores de tal robo o destrucción. La parte más importante de su producción literaria es, sin duda, la poesía; Es gracias a ella que Herrera ocupa un lugar destacado en la literatura española. Como correspondía a un poeta de su tiempo, el bardo sevillano pasó por diversos temas: poesía amorosa, poesía heroico-patriótica y poesía laudatoria.

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