jueves, 3 de febrero de 2022

Garcilaso de la Vega

Nacido en Toledo en 1501, y fallecido en 1536. Nació en el seno de una familia noble que pertenecía a la Corte del Emperador Carlos V desde que llegó a España, como Rey. En 1519, participó en un alboroto civil que (parte del cual era el futuro poeta) Consejo se opuso al cabildo, lo que le costó tres meses de exilio. En los tribunales de 1521 fue Procurador de su ciudad.

Autor del Renacimiento y del Siglo de Oro español
Después de ser nombrado emperador Contino, (su padre había sido los Reyes Católicos, así como su embajador en Roma), participó en la Batalla de Olías contra los lugareños y, en 1522, en el Sitio de Rodas. Allí coincidió con su constante amigo Juan Boscán, con quien compartió tanto la experiencia vital en la Corte del Emperador como la gloria de haber dado carta de la naturaleza a los líderes en español, después de los desafortunados intentos que, en el siglo XV, Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana había hecho.

En 1523 fue nombrado Caballero de Santiago y se casó con Elena de Zúñiga, Dama de la hermana del emperador Carlos V, Leonor de Austria. Se instaló con ella en Toledo, donde fue alcalde. En 1526, durante la boda del emperador en Granada, conoció a la joven portuguesa Isabel Freire, la Elisa de sus poemas. El rechazo que se dispensa al homenaje que le hizo Garcilaso, y su posterior matrimonio con Antonio (o Alonso) Fonseca (que, apodado «El Gordo», ha pasado a la historia con el papel antipático entre musa y poeta, a pesar de haber sido uno de los gestores más inteligentes de Carlos V), produjeron en el espíritu de Garcilaso una melancolía que impregnó su obra hasta la posterior muerte de la dama. De ese duro trance, transformó ese sentimiento en un dolor del que buscaba escapar a través de su poesía, que estaba destinada a sobrevivir a ambas y hacer un mito literario de ambas figuras.

Acompañando al emperador, en 1529, realizó su primer viaje a Italia. Después de asistir a la coronación imperial en Bolonia, asistió en Ávila a la boda de un sobrino suyo, vinculado a que el emperador no había sido autorizado, lo que resultó en el exilio en una isla en el Danubio, probablemente cerca de Ratisbona; de allí pasó a Nápoles en 1532 como teniente del Duque de Alba, Pedro de Toledo, que acababa de ser nombrado virrey. En Nápoles encerró contacto con miembros de la Academia Contamana (Luigi Tansillo, Bernardo Tasso, Giulio Cesare Caracciolo, los hermanos Galeotta, Minturno, etc.) y formó parte del círculo, dejándonos como testimonio de la composición de tres Odes Horacio al estilo de Odes Horacio. También parece haber tratado con el humanista español Juan de Valdés y Juan Ginés de Sepúlveda (dedicatorio de una de sus odas latinas). Salvo viajes esporádicos a España para cumplir órdenes del Virrey, y Aviñón (donde visitó la tumba de Laura, amada de Petrarca), su residencia se fijó en Nápoles para el resto de sus días, a pesar de haber logrado el indulto de Carlos V. En 1535, sin embargo, participó en la campaña de Túnez, por la que recibió una herida a la que se referirá en el Soneto XXXIII. También son de esta época las Elegías Boscanas y la muerte de Don Bernardino de Toledo, hermano del Duque de Alba, en 1536, por aquella época, el emperador lo nombró Maestre de Campo de las tropas españolas del ejército imperial en la guerra contra Francia. Parece que durante esta campaña puso fin a sus Églogas III.

El 19 de septiembre de ese año, para atacar la Torre de Very, cuyos defensores se habían negado a cumplir con el emperador, e incluso se habían burlado de el, Garcilaso es herido de una pedrada en la cabeza. Como consecuencia de aquellas heridas, murió en la playa de Niza el 13 o 14 de octubre en brazos del Duque de Gandía, entonces San Francisco de Borja.

La poesía de Garcilaso es una breve y última adaptación a nuestras letras de la métrica y el contenido de la creación lírica de Petrarca. Como era habitual en la época y en el círculo social que se movía, Garcilaso no publicó nada en vida. Sus obras aparecieron impresas en 1543, junto con las de Juan Boscán, en la edición lanzada por la viuda de este último. El éxito de estas obras de Boscán con algunas de Garcilaso de la Vega fue grande (sobre todo en lo que al poeta toledano se refiere), posteriormente, se publicaron otras dos veces en el mismo año, y dos más en 1544 y otras diez más, hasta 1557. A partir de 1569, la poesía toledana se publicará sin la compañía del boscano.

La poesía de Garcilaso se convirtió así en un modelo de lenguaje poético, que beben las siguientes generaciones de poetas españoles, desde Fray Luis de León y San Juan de la Cruz hasta Lope de Vega e incluso Góngora. La obra comentada por Francisco Sánchez de las Brozas, «El Brocense» (con la adición de tres sonetos hasta entonces desconocidos), aparece en 1574, y en 1580 por Fernando de Herrera, «El Divino», que busca en sus anotaciones explicar exhaustivamente la poesía que se había convertido en modelo indiscutible de poetas. Como Garcilaso la ocuparía hasta el triunfo de la poesía gongorina, que, en un principio, llevó a que las reediciones de los toledanos fueran disminuyendo hasta desaparecer. Sin embargo, en los años de oposición al conocimiento gongorino, será la principal arma esgrimida por los enemigos del culteranismo, tanto en alusiones e imitación como, incluso, en la vertiente teórica de Garcilaso: así lo demuestran las nuevas entradas a la obra del toledano realizadas por Tamayo Vargas en 1622, y ya en 1765, la edición de Nicolás de Azarathat buscaba la imitación de buenos modelos contra los excesos que habían caído los imitadores tardíos en Góngora. En nuestro siglo, al amparo de la edición de Tomás Navarro, en 1911, la influencia de Garcilaso es evidente en la formación de los poetas de la generación del 27: especialmente claros son los casos de Pedro Salinas, que tomó el título por una de sus obras del poeta toledano más conocido, la voz que se debe; y Rafael Alberti, que llegó transformó esta admiración en argumento poético:

«Si Garcilaso volviera yo fuera su escudero, ¡qué gran caballero era».

También en la primera posguerra, el afán de los vencedores por restaurar los tiempos del emperador dio lugar a una superficial y fría imitación de la obra de Garcilaso por parte de poetas, agrupados en torno a una revista literaria que llevaba el nombre del bardo toledano por título, recibió el apodo de «garcilasistas».

Todo camino editorial designado, otros completamente del autor, nos ha conservado un breve corpus poético y sin apenas variantes, aplicado que casi desde el principio un orden estrófico (versos, sonetos, canciones, elegías, epístolas y églogas) que no parece ser el original, cada vez que la mezcla de estrofas como medio para evitar la monotonía era casi estándar del propio Canzoniere de Francesco Petrarca. De hecho, el orden cronológico no se guarda ni siquiera dentro de la gestión estrófica, dado que la Égloga II es más antigua que las otras dos y que Elegía a la muerte de Don Bernardino de Toledo, parece ser una de sus últimas composiciones.

El tema principal de la poesía de Garcilaso es el amor, entender (modo petrarquesco) como una pasión que continúa el poeta a lo largo de su vida, la pasión poeta crece con el espíritu para superar, a través de ella, el paso del tiempo. Sin embargo, no es Petrarca la única fuente de la poesía de Garcilaso, sino que la influencia de la pastoral de Virgilio y su adaptación al italiano a cargo de Sannazaro, de la poesía de Ausiàs March (especialmente clara en el soneto, el amor, un hábito vestido), y el Horacio están presentes a lo largo de toda su producción. Sin embargo, la presencia de Petrarca y la división in vita e in morte de su cancionero (basada en la vida y muerte de Laura, su amada) están presentes en la obra del poeta toledano, que cantará a Isabel Freyre tanto en vida como después de su muerte, buscando la poesía un espacio de encuentro con ella más allá del tiempo, en una trayectoria ascendente que culminará en la Égloga III.

El amor temático se entrelaza, dentro del mismo deseo de variedad que había llevado a Petrarca a mezclar diferentes metros, la amistad como descanso en las frases de amor (generalmente el confidente de estos problemas es Boscán) y el sentimiento de simpatía con la naturaleza, que acompaña al poeta en sus reflexiones (bueno, paisaje danubiano en Canción III, con un ruido suave, o Égloga I) en el que Salicio y Nemoroso bordes tienen como fondo, simpatía o por el contrario, la naturaleza de los libros para pastores que incluso en su idealización es el apoyo constante de los sentimientos del poeta). Sin embargo, la amistad y la naturaleza están subordinadas a la historia de amor que vive el poeta, que son episodios principales sonetos como el V, está escrito en mi alma tu gesto, el VIII, de esa visión pura y excelente, y el XV, si las quejas y los gemidos pueden ser ambos, en los que aparece el mito de Orfeo como modelo del poeta que vuelve a referirse a él en la Égloga III tan felices como versos recordados, en la que anuncia cómo dentro de la égloga se va a superar el mito de Orfeo, más allá de la muerte llevándola cantando al amado:

«E incluso no soy yo el que toca aqueste el comercio solo en la vida, pero, con la lengua muerta y fría en la boca, creo que moviendo la voz que debes. Libera mi alma de la estrecha roca, junto al Lago Estigia conducido, celebrando que irás, y que sonido hará detenga las aguas del olvido...».

Este poema presenta a cuatro ninfas que bordan dos mitos en cuatro telas. Los tres primeros mitos son precisamente el de Orfeo y Eurídice, de Apolo y Dafne (que ya había cantado el poeta en el Soneto XIII.

«Sobre Dafne ya crecieron los brazos, y la Venus y Adonis; las tres historias trágicas en las que la muerte separa a los amantes, ya sea el rechazo y el cambio de naturaleza (Apolo y Dafne) impiden la realización del amor».

Estos mitos sirven de introducción al cuarto mito, bordado por la «Nise blanca», en el que aparece la historia de Elisa y Nemoroso, es decir, la historia del poeta enamorado de que, así, llegan a una automitificación que excede el límite de lo mortal y que ambos amantes llegan al mismo destino que los dioses de la antigüedad, ese espacio que el poeta fue la primera égloga en «tercera rueda» (es decir, en la esfera celeste para el planeta Venus) en reunirse más allá de la muerte con Elisa.

Estilísticamente hablando, se pueden distinguir dos fases en su poesía: un primer aprendizaje dentro de los moldes estróficos de la poesía española del XV, al que pertenecen los ocho versos que abren sus poemas, y en el que se puede encontrar la presencia de Boscán como receptor de uno y coautor de otro, en entender la poesía como juego cortesano tan frecuente en las cortes del siglo XV; y el segundo y último, motivado por su decisión de intentar la adaptación del italiano al idioma español.

Esta decisión nos ha dejado el «testimonio boscano» en su Carta a la Duquesa de Soma, en la que se abren las obras y en la que se cuenta cómo está recogida de la herencia petrarquista fue sugerencia de Andrea Navagero (embajador veneciano en la boda del emperador), sugerencia de que Boscán se trasladó a Garcilaso, quien conseguiría una perfección en el tratamiento de dicho verso que sería totalmente natural en nuestro idioma. También vale la pena señalar que buscó cultivar todo tipo de versos con tal liderazgo tanto el soneto como la epístola en trillizos encadenados, el octavo o el blanco principal, así como varias variedades de estancia, entre las que destaca la imitada por Fray Luis de León o San Juan y muchos otros, es conocida hasta el día de hoy como lira ya que esta es una de las palabras del primer verso de esta composición Canción V u «Ode ad Florem Gnidi»:

«Si mi lira baja ambos lo son, que en un momento aplacase el juego ira del viento y podría la furia del mar en movimiento».

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