Se llamaba Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas. Nació en 1580, y falleció en 1645. Fue un noble, político y escritor español de la época barroca. Junto con su rival de toda la vida, Luis de Góngora, Quevedo fue uno de los poetas españoles más destacados de la época. Su estilo es caracterizado por lo que se llamó el conceptismo. Este estilo existía en marcado contraste con el culteranismo de Góngora. Quevedo nació en Madrid en una familia de hidalgos del pueblo de Vejorís, situado en la región montañosa del norte de Cantabria. Su familia era descendiente de la nobleza castellana.
El padre de Quevedo, Francisco Gómez de Quevedo, fue secretario de María de España, hija del emperador Carlos V y esposa de Maximiliano II, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y su madre, la madrileña María de Santibáñez, fue dama de honor de la reina.Quevedo maduró rodeado de dignatarios y nobles en la corte real. Intelectualmente dotado, Quevedo tenía una discapacidad física con un pie zambo y miopía. Como siempre usaba pince-nez, su nombre en plural, quevedos, pasó a significar «pince-nez» en español. Huérfano a los seis años, pudo asistir al Colegio Imperial de los jesuitas en Madrid. Luego asistió a la Universidad de Alcalá de Henares desde 1596 hasta 1600. Por su propia cuenta, realizó estudios independientes en filosofía, lenguas clásicas, árabe, hebreo, francés e italiano.
En 1601, Quevedo, como miembro de la Corte, se trasladó a Valladolid, donde la Corte había sido trasladada por el ministro del Rey, el Duque de Lerma. Allí estudió teología, tema que se convertiría en un interés de por vida, y sobre el que más tarde compondría el tratado Providencia de Dios, contra el ateísmo. En ese momento, se estaba convirtiendo en un poeta y un prosista. Parte de su poesía fue recopilada en una antología generacional de 1605 por Pedro Espinosa titulada Flores de los Poetas Ilustres.
También podemos remontarnos a esta época el primer borrador de su novela picaresca Vida del Buscón), aparentemente escrita como un ejercicio de ingenio cortesano (y algunos panfletos satíricos que lo hicieron famoso entre sus compañeros de estudios y que luego repudiaría como travesuras juveniles). Por esta época, inició un intercambio de cartas muy erudito con el humanista Justus Lipsius, en el que Quevedo deploró las guerras que asolaban Europa. La Corte regresó a Madrid en 1606, y Quevedo la siguió, permaneciendo hasta 1611. Para entonces, era un conocido y consumado hombre de letras. Se hizo amigo y fue elogiado por Miguel de Cervantes y Lope de Vega, el principal dramaturgo de la época.
Los enemigos de Quevedo incluían, entre otros, al dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón porque, a pesar de sus propias limitaciones físicas, Quevedo encontraba en el físico pelirrojo y jorobado de Alarcón una fuente de diversión. Quevedo también atacó a Juan Pérez de Montalbán, el hijo de un librero con el que había discutido, lo que satirizaba en La Perinola, una pieza cruel que él incluyó en su libro Para Todos.
En 1608, Quevedo se batió en duelo con el autor y maestro de esgrima Luis Pacheco de Narváez a raíz de que Quevedo criticara una de las obras de Pacheco. Quevedo le quitó el sombrero a Pacheco en el primer encuentro. Siguieron siendo enemigos toda su vida. En El Buscón de Quevedo, este duelo fue parodiado con un esgrimista que confiaba en cálculos matemáticos y tuvo que huir de un duelo con un soldado experimentado.
Quevedo puede ser impulsivo. Estuvo presente en la Iglesia de San Martín de Madrid cuando una mujer que rezaba allí recibió una bofetada en la mejilla de otro hombre que se había acercado corriendo hacia ella. Quevedo agarró al hombre y lo arrastró fuera de la iglesia. Los dos hombres sacaron espadas y Quevedo atravesó a su oponente. El hombre, que murió a causa de sus heridas algún tiempo después, era alguien de importancia. Quevedo se retiró así temporalmente al palacio de su amigo y mecenas, Pedro Téllez de Girón, tercer Duque de Osuna.
El objeto preferido de su furia y burla, sin embargo, fue el poeta Góngora, a quien, en una serie de sátiras mordaces, acusó de ser un sacerdote indigno, homosexual, jugador y un escritor de poesía indecente que utilizó un propósito oscuro. idioma. Quevedo satirizó a su rival escribiendo un soneto, Aguja de navegar cultos, que enumeraba palabras del léxico de Góngora: «Le gustaría ser un poeta culto en un solo día, debe aprender la siguiente jerga: Fulgores, arrogar, joven, presiente candor, construye, métrica, armonía...».
Con la franqueza de su época, Quevedo satirizó sin piedad incluso el físico de Góngora, en particular su nariz prominente (más famosa en el soneto A una nariz), que en su día se pensaba que implicaba una herencia judía, con toda la vergüenza, posible censura y persecución que tal conexión implicaba en la España de la época. A una nariz de Quevedo comienza con las líneas: «Érase un hombre a una nariz pegado, érase una nariz superlativa, érase una nariz sayón y escriba, érase un peje espada muy barbado». Góngora correspondió con casi igual virulencia.
Por esa época, Quevedo se acercó mucho a Pedro Téllez-Girón, tercer Duque de Osuna, uno de los grandes estadistas y generales de la época, a quien acompañó como secretario a Italia en 1613, realizando para él una serie de misiones que le llevaron él a Niza, Venecia y finalmente de regreso a Madrid. Allí se embarcó en todo tipo de intrigas cortesanas para conseguir el Virreinato de Nápoles para Osuna, esfuerzo que finalmente dio sus frutos en 1616.
Luego regresó a Italia en la comitiva del duque, donde se le encomendó poner en orden las finanzas del virreinato, y enviado en varias misiones relacionadas con el espionaje a la rival República de Venecia, aunque ahora se cree que no lo involucraron personalmente. Fue recompensado por sus esfuerzos con el título de caballero de la Orden de Santiago en 1618.
Con la caída en desgracia de Osuna en 1620, Quevedo perdió a su mecenas y protector y fue desterrado a su pueblo, del que era Señor, Torre de Juan Abad (Ciudad Real), cuyo feudo le había comprado su madre. Sin embargo, sus supuestos vasallos se negaron a reconocerlo, lo que obligó a Quevedo a entablar una interminable batalla legal con la casa consistorial del pueblo que no se ganaría hasta después de su muerte. Quevedo escribiría algunas de sus mejores poesías en este retiro, como el soneto Retirado a la paz de estos desiertos... o Son las torres de Joray... Encontró consuelo a sus fallidas ambiciones de cortesano en el estoicismo de Séneca, convirtiéndose su estudio y comentario en uno de los principales exponentes del neostoicismo español.
La elevación al trono de Felipe IV en 1621 supuso el fin del exilio de Quevedo y su regreso a la Corte y la política, ahora bajo la influencia del nuevo ministro, el Conde-Duque de Olivares. Quevedo acompañó al joven rey en viajes a Andalucía y Aragón, relatando en interesantes cartas algunos de sus diversos incidentes. En este momento decidió denunciar a la Inquisición sus propias obras, publicadas sin su consentimiento por lucrativos libreros. Fue un movimiento para asustar a los libreros y recuperar el control sobre sus escritos, con miras a una edición definitiva de su obra que no llegaría durante su vida.
Se hizo conocido por un estilo de vida desordenado: era un fumador empedernido, un visitante frecuente de burdeles y tabernas, y cohabitaba con una mujer sólo conocida como «La Ledesma». Góngora lo ridiculizó como un borracho en un poema satírico como Don Francisco de Quebebo, (una obra de teatro sobre su nombre que puede traducirse aproximadamente como «Don Francisco de lo que bebo»).
Nada de esto detuvo su carrera en la corte, tal vez porque el rey tenía una reputación igualmente ruidosa. De hecho, en 1632 se convertiría en secretario del rey, alcanzando así la cúspide de su carrera política. Su amigo Antonio Juan de la Cerda, el Duque de Medinaceli, obligó a Quevedo a casarse contra su voluntad con Esperanza de Aragón, una viuda con hijos. El matrimonio, realizado en 1634, apenas duró tres meses. Quevedo llenó estos años de febril actividad creativa.
En 1634 publicó La cuna y la sepultura, La cuna y el sepulcro, y la traducción de La introducción a la vida devota (La introducción a una vida de devoción) de Francisco de Sales; entre 1633-1635 completó obras como, De los remedios de cualquier fortuna, el Epicteto, Virtud militante, Los cuatro fantasmas, la segunda parte de la Política de Dios, Visita y anatomía de la cabeza del Cardenal Richelieu, o Carta a Luis XIII.
En 1635 apareció en Valencia el más importante de los numerosos libelos destinados a difamarlo, El tribunal de la justa venganza, erigido contra los escritos de Francisco de Quevedo, del que decía que era, que era un «maestro de errores, doctor en desvergüenzas, licenciado en bufonerías, bachiller en suciedades, catedrático de vicios y protodiablo entre los hombres». El Tribunal de la justa venganza, erigido contra los escritos de Francisco de Quevedo, «maestro de errores, doctor en desvergüenza, licenciado en bufonería, bachiller en mugre, catedrático de vicios y proto-diablo entre los hombres».
En 1639, Quevedo fue arrestado, y sus libros fueron confiscados. Las autoridades, sin apenas darle tiempo a Quevedo para vestirse, llevaron al poeta al Convento de San Marcos, en León. En el monasterio, Quevedo dedicó a la lectura, como se relata en su Carta e instructiva moral, escritas a su amigo, Adán de la Parra, que representa hora por hora su vida en prisión, «De diez a once, me paso mi tiempo de oración y devociones, y de once a mediodía leo buenos y malos autores; porque no hay libro, por despreciable que sea, que no contenga algo bueno...».
Quevedo, frágil y muy enfermizo cuando salió de su encierro en 1643, dimitió definitivamente de la Corte Real para retirarse a su pueblo donde vivía, en la Torre de Juan Abad.
Quevedo era partidario del estilo conocido como conceptismo, un nombre derivado de concepto, que ha sido definido como «un brillante destello de ingenio expresado en un estilo conciso o epigramático». El conceptismo se caracteriza por un ritmo rápido, franqueza, vocabulario simple, metáforas ingeniosas y juegos de palabras. En este estilo, se transmiten múltiples significados de una manera muy concisa y se enfatizan las complejidades conceptuales sobre el vocabulario elaborado. El conceptismo puede alcanzar una elegante profundidad filosófica, así como una sátira y un humor mordaces, como en el caso de las obras de Quevedo y Baltasar Gracián.
Murió en el convento de los dominicos de Villanueva de los Infantes, el 8 de septiembre de 1645. Se cuenta que su tumba fue saqueada días después por un «señor» que deseaba hacerse con las espuelas de oro con las que había sido enterrado Quevedo.
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