miércoles, 2 de febrero de 2022

Agustín de Rojas

Nació en 1572, en Madrid. La vida de Agustín de Rojas Villandrando, constituye, por sí sola, una novela rica en aventuras, lances, desatinos y amoríos. Con la espada en una mano y el talego en la otra, se pavoneó con aires de «perdonavidas» a lo largo de España, escribiendo y representando comedias, reclamando fueros y títulos y enredándose en duelos, de los que siempre salió bien parado.

Escritor del Siglo de Oro
Pocas novelas de acción tendrán un protagonista tan aventurero, audaz e ingenioso como este escritor. Suponiendo, claro, que las andanzas que narra en algunas de sus obras autobiográficas, como El viaje entretenido (1603) y El buen repúblico (1611), sean ciertas y no producto de su imaginación.

Fue hijo de Diego de Villadiego y de Luisa de Rojas. Siendo muy niño, su padre dejó a su madre y marchó a Italia. A la temprana edad de catorce años Agustín se alistó en el ejército y partió a Bretaña, para participar en la contienda que por aquel entonces libraba el rey Felipe II, en apoyo de la Liga Católica francesa, contra Enrique IV. Cayó prisionero y permaneció dos años cautivo en La Rochelle. Después de ser liberado, ejerció de corsario contra la armada inglesa. En 1594 regresó a España.

Años más tarde, en Málaga, protagonizó un curioso episodio: por motivos triviales riñó con otro individuo, a quien desafío a duelo sin más. Cruzaron los aceros y don Agustín fue el más diestro: su contrincante cayó, atravesado el pecho de una certera estocada. Pronto acudieron los «corchetes», (como eran llamados los agentes de la ley y el orden de la época) que rodearon al escritor con ánimo de llevarlo ante la justicia. Rojas huyó y buscó asilo en la Iglesia de San Juan. Pero, al verse cercado, decidió entregarse al cabo de dos días de asedio. Gracias a las gestiones de una mujer que se enamoró de él, obtuvo el perdón a cambio de los únicos 300 ducados que poseía. Al salir libre, la mujer se convirtió en su amante y tuvo que mantenerla.

Frecuentó la compañía de cómicos y con ellos iba por ahí escribiendo y representando comedias. Vivió en varias ciudades de España. En Granada, al prohibirse representar sus comedias entre 1598 y 1600, tuvo que abrir una mercería para ganarse la vida.

Pocos en Sevilla ignoraban la presencia del «caballero del milagro», mote que le habían puesto quienes en vano trataron de averiguar sus medios de vida y verificar sus andanzas. Don Agustín ejerció el oficio de «escritor a la sombra», de forma peculiar, ya que escribía por las noches sermones para los clérigos, a cambio de comida. Durante el día se le solía ver en las callejas, sucio y desarrapado, mendigando limosna.

Se casó con Ana de Arceo, en Valladolid, en 1603, lo que mejoró su situación económica. Los últimos años de su vida dedicó su esfuerzo a tratar de que se reconociera su origen noble, lo que al parecer no consiguió. Aunque a ciencia cierta no se conoce la fecha de su muerte, Rojas debió de expirar en Paredes de Nava. Se sabe, por unos documentos, que en 1618 aún vivía y que en 1635, Ana de Arceo ya era viuda.

Escribió El buen repúblico, farsa de gobernantes, administradores y augures, que le valió ser amonestado por la Inquisición, que prohibió la obra, su lectura y circulación, debido a su excesiva credulidad en la astrología.

Mejor suerte tuvo con El viaje entretenido (1603), narración novelesca y dialogada con abundantes anécdotas y noticias teatrales. Fue una obra muy popular, que inspiró al francés Paul Scarron Le roman comique y al poeta del parnasianismo Theophile Gautier su novela El capitán Fracaso. Uno de los cuentos del El viaje entretenido, Soñar despierto, deriva de Las mil y una noches que inspira, a su vez, la única comedia conocida del propio Rojas: El natural desdichado.

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