jueves, 3 de febrero de 2022

Fray Luis de León

Poeta y teólogo, nacido en Belmonte (Cuenca) en 1527, y fallecido en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) en 1591. Nació en una familia de nobles de origen judío. Su bisabuela se había reconciliado en un auto de fe celebrado en Cuenca. Su padre, Lope de León, era abogado en la Corte, y en 1541 fue nombrado juez en la Cancillería de Granada. Catorce o quince años vivió en la casa de su padre en Madrid y Valladolid. En 1541 ingresó en el convento de San Agustín de Salamanca, donde profesó tres años después.

Fraile escritor, perteneciente al Siglo de Oro
Siguió el curso ordinario de los estudiantes de la orden, incluso si hay una interrupción, causa desconocida, entre 1551 y 1552. Por este motivo continuó sus estudios en Alcalá, donde se matriculó en 1556, y donde permaneció durante dieciocho meses. Hubo un discípulo del hebraísta Cipriano de la Huerga y compañero de escuela de Benito Arias Montano.

En 1556 se encontraba como lector en un convento de Soria. En 1558 se graduó de bachiller en Toledo, y en 1560 recibió la licenciatura y el máster en Teología en la Universidad de Salamanca. En 1561 obtuvo la Cátedra de Teología Escolástica en Salamanca, en una dura oposición con los dominicos. Su padre en Granada murió un año después. En 1561, a instancias de una monja, Isabel de Osorio, tradujo el Cantar de los Cantares. Un año después tuvo que declarar ante la Inquisición de Valladolid sobre un libro que le habían extendido Arias Montano. En 1565 obtuvo la Cátedra de Teología Escolástica y la Sagrada Escritura.

Fray Luis fue denunciado ante la Inquisición en 1570 debido a una lección sobre el matrimonio, a pesar de que la queja no tuvo mayores consecuencias. Un año después fue denunciado por Fray Medina, Martínez Cantalapiedra y Grajal, sospecha de herejía; los tres fueron arrestados en 1572. Fray Luis fue encarcelado en Valladolid, acusado de criticar a la Vulgata, de haber traducido el Cantar de los Cantares y de haber mantenido puntos de vista innovadores sobre el significado de las Sagradas Escrituras. Permaneció en prisión hasta diciembre de 1576, sometido a un completo aislamiento, y a una cruel tortura psicológica. Durante este encarcelamiento, Fray Luis se dedicó a esbozar algunas de sus obras en prosa y escribir parte de sus poemas.

Fuera de la cárcel, después de haber sido considerado inocente, regresó a Salamanca, donde tomó posesión de la Cátedra de Escritura en 1577. En 1579 obtuvo la Cátedra de Estudios Bíblicos en disputa con Fray Domingo de Guzmán. A partir de aquí se dedicó a sus clases y a la publicación de sus obras: en 1580 publicó In Cantica Canticorum, versión latina del Canto de las Canciones. Hasta el año 1590 estuvo obligado a participar en asuntos relacionados con la Universidad (pleito con la escuela superior del Arzobispo), con cuestiones de órdenes religiosas (defensa de las monjas del Carmelo y publicación de las obras de Santa Teresa), y con orden propia (revisión de las cuentas del Provincial de Castilla; redacción de los estatutos de los monjes recoletos de San Agustín). En 1591 fue nombrado Vicario Provincial de la Orden de San Agustín, quien le obligó a trasladarse a Madrid. A pesar de ello, continuó unos meses en la cátedra salmantina. Asistió al cabildo que los agustinos celebraban en el Convento de Madrigal, donde fue elegido Vicario General, que no llegó a ejercer, ya que murió el 23 de agosto de ese mismo año.

Fray Luis de León fue un hombre renacentista, y como tal su cultura abarcó todos los campos de la Ciencia: matemáticas, física, astronomía, música, derecho, medicina y, sobre todo, teología. Su principal interés era la enseñanza, facilitar el conocimiento de los textos sagrados, en el retorno a la hebraica veritas; es decir, recuperar el texto auténtico de la Biblia, que según él y otros destacados hebraístas de la época había sido, en algunos casos, mal traducido por San Jerónimo. Por esta razón, con pericia filológica se quiere, como dice en el cantar de los cantares,

«Declarar el ladrido de la letra, tan simplemente, como si en este libro hubiera otro más secreto que mostrara palabras desnudas…».

Será solo declarar el sonido de ellos, y que esa es la comparación y la fuerza aplastante».

 Su función, entonces, será doble:

 «La comprensión del significado del texto original y la expresión que debe hacer explicaciones explícitas».

Consciente de su labor didáctica, escribe algunos de sus comentarios en español, en un lenguaje cuidado y conscientemente elaborado:

«El bien para hablar no es común, sino negocio de juicio particular, tanto en lo que se dice como en la forma en que se dice. Y negocios que estén de acuerdo, seleccionen palabras de las que todos estén hablando y observen el sonido de ellas, y todavía a veces tiene las letras, y las pesa, y las mide, y las compone para que no solo diga claramente lo que se supone que debe decir, sino también con armonía y dulzura».

Fray Luis refleja aquí el concepto del Renacimiento de elevar la lengua vernácula a la altura del latín, por lo que la diferencia entre lengua hablada y escrita, en contraposición a Juan de Valdés afirmando en su Diálogo de la Lengua: «Escribo como hablo».

Como os oía con los grandes escritores de su tiempo, no se preocupaba demasiado por la edición de sus obras, y sólo por la obediencia a sus superiores publicadas en 1580 In Cantica Canticorum y comentario In Sumite XXVI. En 1583 se publicó la versión La Perfecta Casada e incompleta de Los Nombres de Cristo. También, como hemos dicho, editó las obras de Santa Teresa. La producción de Fray Luis de León se divide en dos grupos básicos: poesía y prosa. En el primero, podemos distinguir dos grupos: poemas originales y traducciones. Las obras en prosa son más numerosas y también se dividen en dos grupos: las escritas en latín y las que están en español. En la primera hay una subsección: la exegética y teológica y filosófica. Los exegéticos incluyen: Epístola II ad Thessalonicenses, inacabada.

El Canto de Moisés; los Salmos XXXVI, LVII, XXVIII, LXXVII; el Comentario al Eclesiastés; todos ellos en forma de explicaciones de clase, no publicados hasta el siglo XIX. Publicados en el siglo XVI son: el Comentario sobre el Salmo XXVI, sobre la afirmación de la integridad que hace David; In cantica canticorum explanatio, Exégesis de la obra de Salomón; En Abdiam Prophetam, Comentarios sobre el Profeta Abdías, en los que Fray Luis crea descubrir la referencia al Descubrimiento de América; Of agni utriusque, typici atque immolationis veri legitimate tempore. Las obras filosóficas y teológicas fueron: De Verbi incarnatione, De rerum creatione, Commentaria in III Partem D. Thomae, Pradestinatione, Charitate, Spe y la de Fide. Las obras exegéticas en castellano son: Cantar Canciones, Exposición del Libro de Job, Los Nombres de Cristo y La Perfecta Casada.

Fray Luis también cultivó el soneto; cinco poemas se han conservado en el metro preferido por los poetas petrarquistas. Se consideran alegóricos y se piensa que son obras juveniles de imitación toscana. Los sonetos luisianos se prestan a dos interpretaciones: la erótica y la religiosa; se pueden leer como dedicados a una mujer que ama poemas u oraciones a la Virgen. Así, en el Soneto I, los dos trillizos decían: «entonces me consoló y asegura viendo que soy, ilustre Señora, trabajo tu gracia sola, y que confías: porque conservaréis tu mano de obra, mis faltas supliréis con tus sobras, y tu buena voluntad duradera la mía». También escribió un poema en redondillas («aquí la envidia y la mentira»), poema que escribió fuera de la cárcel y en el que la censura, en los dos primeros versos, la Inquisición al tenerlo encerrado, para pasar el resto del poema para abordar nuevamente el tema de la vida jubilada.

Otra parte importante de sus poemas son las traducciones de textos clásicos y sagrados. Estas dos facetas comprueban su gran conocimiento tanto de la Biblia (fue un gran empleado), como de la literatura clásica. Esta última traducción de églogas y la II Égloga de Virgilio, odas de Horacio, una de Píndaro a parte de la Andrómaca de Eurípides y fragmentos de una tragedia de Séneca. Las traducciones sacras se centran en los Salmos y en el capítulo de Proverbios de Salomón, en el que confiesa: «Intenté lo que pude imitar la sencillez de su fuente y un sabor de antigüedad que a su vez, han llenado en mi opinión de ternura y majestad».

La exposición del Libro de Job es la prosa más extensa del autor. Fue compuesta durante un largo período de la vida de Luis; El padre Félix García cree que diferentes partes de la obra fueron escritas entre 1573, cuando se habría traducido y comentado al capítulo 20, hasta marzo de 1591, en el que compuso el Capítulo XLII. El libro está dedicado a la madre Ana de Jesús, sucesora de Santa Teresa frente a los Carmelitas Descalzos. Fray Luis de León, en la dedicatoria reconoce la oscuridad del texto bíblico y, por lo tanto, la dificultad de traducirlo y añadir un comentario.

Los primeros capítulos de la obra son abundantes en uso autobiográfico, aunque su vida espiritual y su personalidad se pueden sentir a lo largo de la obra, como si supiera identificarse con la biografía del autor hebreo; Oreste Macrí piensa que los primeros treinta y un capítulos fueron escritos en prisión, y considera que esta parte es: «más biográfica y trágica, y se remonta a los orígenes de la tradición mística hebrea y se adentra en ella, equiparando las aventuras de su propia vida con los antiguos hechos bíblicos, tomados como tipos y ejemplos de drama religioso y moral de la humanidad».

A partir del Capítulo XXXIII cambia el tono de la obra y el comentario se vuelve más resignado y la prosa se hace más fácil; El padre Félix García atribuyó este cambio a la lectura de las obras de Santa Teresa. Cada uno de los capítulos que componen la exposición se divide en tres partes: la primera es la traducción correspondiente; la segunda, una explicación detallada y minuciosa de los diferentes aspectos del texto, y la tercera unos trillizos, en la que el poeta va más allá de la mera traducción para convertirse en «elaboraciones ricas y densas, poesía original final». La obra no se imprimió en la vida del autor, a pesar del interés mostrado por la madre Ana de Jesús, quizás por la versión elegida del texto de Job. La primera edición fue editada por el Padre Merino en 1779.

El matrimonio perfecto, dedicado por Fray Luis de León a Doña María Varela Osorio, fue compuesto para servir a la novia de regalo de bodas y guiarla en su vida matrimonial. La obra se publicó por primera vez en 1583 e inmediatamente tuvo un gran éxito hasta el punto de que el autor la revisó, introduciendo nuevos fragmentos y corrigiendo algunas cosas. La obra está dividida en 20 capítulos en los que se discuten los versículos 10 al 31 de los Proverbios de la Biblia, que exhibe las virtudes que debe tener la mujer para lograr la armonía de su entorno. Fray Luis fue criticado en su momento por un tema que no se consideraba apropiado para un religioso, lo que se defiende en la introducción al tercer libro de Los nombres de Cristo: «la resta dice algo a los que dicen que no era mi calidad ni mi hábito escribir amamantando a los casados, eso no lo dirá, si primero consideran qué oficio de sabio antes de hablar bien miren lo que dice..., y yo en ese libro lo único que hago es poner las palabras que Dios escribe, y declarar lo que dicen». La obra es de tipo exegético de autor al que aplicó sus formulaciones y métodos explicativos, apoyando sus interpretaciones con su vasta erudición de libros sagrados y clásicos. La literatura sobre el comportamiento de la mujer tiene una larga tradición de los padres de la Iglesia (San Ambrosio, San Agustín), renovada por el Humanismo y el Erasmismo.

En el matrimonio perfecto, Fray Luis de León vuelve a discutir el tema de la armonía, aunque en esta obra, la armonía se logra a través de la armonía que proporciona el comportamiento de las mujeres casadas, que debe equipararse al orden natural. La mujer, con buen comportamiento, logrará la correspondencia entre el orden natural y el social; de esta manera, el autor introduce comentarios sobre aspectos económicos, sociales y políticos de la sociedad española del siglo XVI. La obra no plantea aspectos negativos de la condición de la mujer, ya que los versos de los proverbios le obligaron a centrarse en las virtudes de la mujer casada, presentada en esta exégesis como un modelo que debe ser emulado; las referencias únicas a rasgos negativos deben entenderlos como el contrapunto que confirma los rasgos positivos.

Fray Luis de León, de los textos bíblicos y autores y filósofos anteriores al fraile, expresan sus propios puntos de vista, que son fórmulas de comportamiento social equilibrado. En la interpretación de los textos bíblicos, Fray Luis sigue el siguiente esquema: interpretación filológica y textual, y la ejemplificación; ambos son complementarios y ambos articulan el tema. Como muestra Alexander Habib Arkin: Fray Luis de León se acerca al triple método propuesto por el rabino Abraham ibn Ezra, que facilita una exposición temática específica.

En la obra La Perfecta Casada se concibe como una epístola dirigida a un pariente; Esto explica el trabajo para reunir ideas y consejos, erudición y referencias a eventos diarios. Por otro lado, está presente en un contexto jurídico, ya que los proverbios eran estándares, y deben interpretarse como reglas de derecho natural. En este caso, el exégeta es el intérprete, el intermediario entre lo divino y la sociedad cristiana que ha recibido esas palabras como reglas que deben ser respetadas y obedecidas; Así, en un momento dado escribe: «Digo que en este capítulo, Dios, por boca de Salomón, por unas pocas palabras hace dos cosas. Uno, instruye y ordena la frontera, el otro profetiza misterios secretos». Para establecer esta unión entre lo terrenal y lo divino, se debe aplicar perfectamente la estricta lógica y dialéctica, para lograr la síntesis necesaria y la síntesis debe llevarse a cabo sobre la gestión del texto, y, al mismo tiempo, la palabra tiene que corresponder con la idea.

Lo que caracteriza la composición de esta obra del resto de sus obras exegéticas «es la representación de transposiciones que Fray Luis realiza con un sentido magistral, como si de una creación plástica se tratara». Para reforzar la función de texto probatorio utilice la descripción, el símil, el ejemplo y la cita. Símiles y ejemplos son comunes en los discursos de tipo docente, ya que la comparación facilita la comprensión de una idea para vincularla a elementos o ideas conocidas y utilizadas por los lectores; Este recurso también abunda en la exégesis rabínica.

Su obra Los Nombres de Cristo ha sido considerada como una obra maestra de la prosa Luisiana y una síntesis del pensamiento recogido en sus otras obras, como lo dice Macri:

«los nombres son una revisión perpetua de poemas originales; son prosa descarada de las creencias y sentimientos de un hombre del Renacimiento español alcanzado la culminación de su estrechez y madurez».

La redacción de la obra había comenzado en 1573-1574 y el proceso de desarrollo, como en otras obras del mismo autor, se extiende durante varios años, hasta que se publica, por primera vez y estructurada en dos partes, en 1583, y dos años más tarde, nuevamente dividida en tres. La intención que Fray Luis de León trasladó para escribir esta obra fue la de presentar una Antología Bíblica y patrística que sustituirá la lectura de libros sagrados para aquellos que no pudieran leer latín, ya que esta lectura podría conseguir enseñanzas para ser buenos cristianos: «esto, eso es tan bueno, y que era tan útil en ese momento la triste condición de nuestros siglos, y la experiencia de nuestra gran desgracia, nos aseguran que ahora tenemos posibilidades de mucho daño». Pero también quería ofrecer a los lectores una introducción a lo bíblico y patrístico, pensando que podría servir como compendio del dogma, la moral.

Pero esto no quiere decir que el libro estuviera dirigido a lectores incultos, sino que el lector que el Fraile tiene en mente es el lector educado, pues como dice Félix García, «como todas las grandes obras, es más admirado que lea, para su lectura se requiere una adecuada preparación doctrinal y gusto de maceta». La estructura de la obra varía y aumenta con las sucesivas ediciones: la edición de 1583 se divide en dos libros, el primero con cinco nombres, y el segundo con cuatro; en el publicado en 1585 se añade el tercer libro, con otros cuatro nombres, incluyendo el de «Pastor» en el primero; la final, publicada póstumamente en 1595, añade el nombre de «Cordero», que debe colocarse entre «Hijo de Dios» y «Amado». Sin embargo, la estructura bimestral que ya se da en la primera edición se mantiene en la otra a pesar de los cambios. Cuevas piensa que Fray Luis fue proyectando desde el principio estructura la obra en tres libros, en la introducción, afirma que hará hablar con Julián, que lo hace sólo en el último libro.

Cada uno de los tres libros consiste en una exposición en prosa, que se intercala con versos, siempre en boca de Sabino, y terminando con los endecasílabos de una traducción del Salmo. Por otro lado, cada nombre tiene el mismo desarrollo: Sabino lee ciertos pasajes de las Sagradas Escrituras que contienen el nombre que hablará; Después de probar la membresía de ese nombre a Cristo, finalmente se quitan las consecuencias teológicas y místicas que se consideran necesarias. Los primeros cinco nombres mantienen la armonía y el sentido de la medida, pero a partir de «Padre del futuro del siglo», los tratados se vuelven más extensos. En el Libro III hay citas muy extensas de padres y ex médicos, no dadas en el pasado y que restaron credibilidad a la obra de carácter diabático.

Temporalmente, los tres libros se ubican en tres períodos diferentes: el primer libro tiene lugar la mañana del día de San Pedro; el segundo comienza después de dormir la siesta y termina al anochecer; el tercero es al día siguiente, fiesta de San Pablo. Dos espacios diferentes dentro de «La flecha», la finca a la que se retiró Luis se reniega, corresponden a estos tiempos diferentes. La forma literaria de la obra no varía en los tres libros; Es mantenida por tres frailes agustinos (Marcelo, Sabino y Julián), que utilizaron una nota de «papel» o perteneciente a Marcelo en los dos primeros diálogos y diálogos encontrados por Sabino. Muy discutido sobre este «papel»; Se refiere a nueve nombres de Cristo, que algunos atribuyen al Beato Alonso de Orozco y otros a la propia refriega Luis, y otros consideran un mero recurso literario.

Un problema que ha surgido con los diálogos renacentistas es el carácter real o ficticio de los personajes involucrados en el diálogo; así que algunas personas piensan que Marcelo es Fray Luis de León, y los otros dos amigos, y otros piensan que la figura del autor que está desdoblaría bajo tres nombres está escondida, (Marcelo), escolástico (Julián) y el poeta (Sabino). Ciertamente, Marcelo es el que asume el papel del maestro, pero el verdadero gobernante del diálogo es Fray Luis de León. En la obra se siguen las principales características de los diálogos renacentistas: la estructura dramática, el uso del lenguaje literario, el abordaje de los temas desde diferentes perspectivas, la pintura artística de escenas y personajes, la amenidad proveniente del cambio de hablantes, el recurso mayéutico de preguntas y respuestas, la presencia de un personaje-maestro, el arrastre del discurso entre acciones y reacciones dialécticas. Pero son otros los rasgos que Fray Luis de León sigue despertando modelo: «cada compañero desarrolla largamente su pensamiento, desaparece el recurso mayéutico, los diálogos están encabezados por un extenso prólogo, la conversación dirigida a una persona, detrás de la cual tiende a esconderse el autor, manifestando así sus propias opiniones, escenario es un jardín».

Pero la alfabetización de Los nombres de Cristo no está en la selección del diálogo como género de trabajo, sino que también hay que designar el uso que se hace de la prosa castellana con el intento de imitación de la prosa latina. Radica aquí el Fray Luis de León en la corriente nacionalista del Renacimiento considerada la lengua vernácula como lengua con capacidad artística. Aquí el interés por la pureza de los textos y las palabras se puede ver en numerosas observaciones etimológicas y otras muchas referencias a fenómenos sintácticos, morfológicos u ortográficos, entre otros. Su pretensión es la de elevar el español a lengua culta, con el mismo prestigio que otras lenguas europeas modernas; Así, ha señalado que es el primero que escribió una prosa que se basaba en «melodías y ritmos tonales».

En su prosa permanecen los modelos de los escritores clásicos y de la Biblia, en su mayoría, y los escritores en prosa en lenguas romances. El monje agustino encaja en la teoría de los tres estilos de retórica (simple, medio, sublime) latino que combina los tres; en Los Nombres de Cristo no hay afectación en el estilo, buscan claridad y orden: las palabras son comunes, no hay giros violentos, aparecen frases y dichos. Por otro lado las figuras de palabras aparecen en la obra: paralelismo, antítesis, quiasmo, hipérbaton, rima, aliteración, etc. Con esto podemos ver que no se descuida la escritura, sino que, por el contrario, hay una búsqueda consciente y dura de la naturalidad y la sencillez.

Los Santos Padres también aparecen explícitamente: San Agustín, San Jerónimo, etc. A ellos por su bagaje doctrinal y su interpretación de las Escrituras y la filosofía grecorromana. No podía faltar la influencia de la escolástica y, sobre todo, de la obra de San Tomás de Aquino; Dice Sáinz Rodríguez que: «el fondo de su doctrina es la escolástica, aunque modificada por el ambiente renacentista a la manera de Vitoria, Cano y Suárez». Marcel Bataillon destacó la huella de Erasmo de Rotterdam en la refriega Luis: la idea de revelar los misterios de Cristo a través de sus nombres; la recurrencia constante a la Biblia; el amor por la patrística; la búsqueda de un cristianismo interior, la exaltación de la gracia, el anuncio de la paz como bien supremo, etc.

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