Nació en Valencia a mediados del siglo XVI, se unió al ejército, luchó en Lepanto y se retiró a su lugar de nacimiento con el rango de capitán poco antes de 1586. Su padre, Alonso de Virués, fue un conocido médico y humanista, establecido en Valencia, que mantuvo vínculos de amistad con Luis Vives, y supo transmitir a sus hijos su afán intelectual: su hija Jerónima Agustina se distinguió por su dominio del latín, su hijo Francisco fue beneficiado de la iglesia metropolitana de Valencia y doctor en teología, su hijo Jerónimo siguió, como el padre, la carrera médica, y fue uno de los poetas que integraron la «Academia valenciana de los Nocturnos», y su hijo Cristóbal siguió la carrera militar, alcanzando el grado de capitán, actividad que compatibilizó, como otros escritores del momento, con la poesía.
Si la vida de sus hermanos estuvo arraigada en la sociedad y en la cultura valenciana del momento, la de Cristóbal de Virués se desarrolló al ritmo de su carrera militar, que le obligó a desplazarse junto con el ejército español, tomando parte en campañas como las de Túnez, Italia o Flandes. Como militar participó en alguna de las batallas de mayor renombre en su época, como la de Lepanto (1571), a cuya exaltación dedicó su Égloga de la batalla naval, o la de Navarino, que recordó en su poema De la jornada de Navarino, y sirvió durante largos períodos en Italia, en el Milanesado.
En realidad, y a pesar del prestigio del que disfrutó entre sus conciudadanos, tras la elección de su carrera militar, Cristóbal de Virués no parece haber vuelto a residir de manera permanente en la ciudad de Valencia. Resulta significativo en este sentido, que no figure entre los integrantes de la Academia de los Nocturnos (1591-1594), en la que sí participaron otros poetas valencianos del momento, entre ellos los miembros de la conocida entre la crítica como Escuela dramática valenciana, a la que se vincula la figura de Virués como dramaturgo (Andrés Rey de Artieda, Francisco Agustín Tárrega, Gaspar Aguilar, Guillén de Castro, Miguel Beneyto o Carlos Boil). El alejamiento de su ciudad se manifiesta en su poesía en ocasiones en forma de nostalgia por su «querido y patrio Turia». A pesar de ese alejamiento, la poesía de Virués revela su interés por acontecimientos y personajes de la vida cultural valenciana, como muestra, por ejemplo, al hacerse eco de la muerte, ocurrida en 1579, del pintor valenciano Juan de Juanes, recordando a los hijos del pintor, o al celebrar la publicación, en 1581, de un libro del célebre jurisconsulto valenciano Tomás Cerdán.
Virués también debió de residir temporadas en Madrid. En esta ciudad inicia, a mediados de 1586, los trámites para la impresión de su poema épico El Monserrate, impresión que no se ultimaría hasta fines de 1587. En este poema Virués exalta la fundación del Monasterio de Monserrat y la milagrosa aparición de la Virgen, junto a las peripecias del ermitaño Fray Juan Garín, y no desaprovecha la ocasión para rememorar una vez más el triunfo de Lepanto. A pesar de ser ésta su primera obra impresa, Virués era ya un poeta de prestigio en los círculos literarios del momento, como prueba el hecho de que dos años antes de la publicación de El Monserrate, Cervantes lo incluyera en el Canto de Calíope, inserto en La Galatea (1585), junto a otros poetas contemporáneos merecedores de sus elogios, destacando no sólo su faceta intelectual sino su talante humano: «Tu mismo aquel ingenio y virtud canta con que huyes del mundo los engaños».
Precisamente Cervantes, quien en diferentes ocasiones manifestó su aprecio por el autor valenciano, recordaría El Monserrate al escribir la primera parte de El Quijote (1605), salvando de la quema, en el famoso escrutinio de la librería del hidalgo manchego, este poema de Virués, junto a La Araucana de Alonso de Ercilla y La Austríada de Juan Rufo: «Todos esos tres libros —dijo el cura— son los mejores que, en verso heroico, en lengua castellana están escritos, y pueden competir con los más famosos de Italia: guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España».
En 1602 Virués se encontraba sirviendo en el Milanesado, y publicó en la ciudad de Milán El Monserrate segundo, refundición de su obra anterior del mismo título. En la misma ciudad se hallaba todavía en 1604, cuando solicitó la licencia para la publicación de sus obras trágicas y líricas, licencia que le fue concedida con fecha de 26 de junio de este año. Por estas fechas tomó parte en la última etapa del Sitio de Ostende, el cual se había iniciado en 1601 y se prolongó hasta 1604, siendo encargado de conducir una de las tropas españolas desde Milán a Flandes, a través de Suiza, viaje del que dejó constancia en carta poética dirigida a su hermano Jerónimo, firmada, ya de regreso en Milán, en junio de 1605.
En 1609 Virués se hallaba en Madrid, en donde se imprime de nuevo El Monserrate II, y donde ven la luz por primera vez sus Obras Trágicas y Líricas, que incluyen la mencionada licencia que había obtenido en Milán en 1604, y otra fechada en Madrid el 30 de junio de 1608. En esta ciudad residía Virués al menos desde 1608, año en el que ya había iniciado los trámites para la publicación de sus obras y había firmado, el 18 de agosto, un contrato con el mercader de libros Esteban Bogia, por el cual le cedía por 200 ducados los derechos de venta durante diez años de ambas obras. Tras la publicación de sus obras, en 1609, el rastro de su actividad se pierde.
En las Obras Trágicas y Líricas, Virués reúne su poesía (a excepción de El Monserrate) y su obra dramática, compuesta por cinco tragedias: La gran Semíramis, La cruel Casandra, Atila furioso, La infelice Marcela y Elisa Dido. La experiencia italiana de Virués se manifiesta en la lírica no sólo a través de las referencias geográficas a los lugares o a los fríos inviernos de Milán, sino a través de la huella que en ella dejaron lecturas como las de Tasso o Petrarca, o incluso a través de la exhibición del dominio de la lengua italiana del que hace gala en algún soneto. En Italia debió de asistir también a representaciones teatrales, y probablemente prestó mucha atención a las propuestas dramáticas de autores italianos, como Giraldi Cintio. Entre sus sonetos se puede encontrar uno dedicado a la famosa cómica italiana Isabella Andreini (1562-1604), en el que elogia «el libro de sus obras», aludiendo probablemente a sus Rimas, publicadas precisamente en Milán, en 1601.
A pesar de su reputación como poeta, Virués es conocido hoy por sus obras dramáticas. La fecha exacta de la creación de su tragedia aún no está clara. El propio dramaturgo se refiere a su tragedia y obras líricas como obras «creadas para el entretenimiento y la juventud», en el prefacio. Hoy en día, los críticos tienden a ubicarlos entre finales de la década de 1570 y mediados de la de 1580. En cualquier caso, Virués pertenece a la generación anterior a Lope de Vega, conocida como la «generación de los trágicos», para autores como Andrés Rey de Artieda, Jeronimo Bermúdez, Lupercio Leonardo de Argensola, Juan de la Cueva, Gabriel Lobo Laso de la Vega o el propio Cervantes, La tragedia de Numancia Los autores pertenecen a esta categoría.
Ya un contemporáneo como Agustín de Rojas Villandrando, en El viaje entretenido (1603), a la hora de hacer recuento de los dramaturgos famosos en la etapa anterior al triunfo de la llamada «comedia nueva» y a Lope de Vega, recordaba la figura de Virués, mencionándolo junto a Rey de Artieda y Argensola, y destacando su tragedia Semíramis.
Sus obras influyeron en autores de la Escuela dramática valenciana como Tárrega o Guillén de Castro, y el propio Lope de Vega en el Arte Nuevo (1609) recordaría al dramaturgo valenciano al atribuirle la reducción de la división externa de la obra dramática, «El capitán Virués, insigne ingenio, puso en tres actos la comedia, que antes andaba en cuatro, como pies de niño», innovación cuya atribución, aunque discutible, el mismo Virués ya se había adjudicado en el Prólogo de La gran Semíramis. La obra por la que es más conocido es El Monserrate (1587), una epopeya sobre la legendaria fundación del Monasterio de Monserrat.
El poema fue bien recibido en su época y tuvo el honor de ser elogiado por Miguel de Cervantes, y de ser reimpreso en 1601. Poco después Virués regresó a Italia y publicó una refundición de su poema titulado El Monserrate II (1602). En el siglo posterior, tanto las epopeyas como las obras piadosas comenzaron a caer del favor crítico y desde entonces la obra ha sido olvidada en gran medida. Sus Obras Trágicas y Líricas (1609) incluyen cinco tragedias: La Gran Semíramis, La Cruel Casandra, Atila furioso, La Infeliz Marcela y Elisa Dido. Se desconoce la fecha de su muerte, pero se conjetura que estuvo vivo hasta 1614.
Virués pertenece a la escuela de dramaturgos desplazados por Lope de Vega, y sus métodos pasaban de moda antes de que se imprimieran sus obras; sin embargo, es una figura interesante, principalmente por las extravagancias que destruyen el efecto de sus mejores escenas.
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