jueves, 3 de febrero de 2022

Antonio de Nebrija

Polígrafo humanista, cuyo nombre real era el de Antonio Martínez de Cala y Jarava, nacido en Lebrija (Sevilla) en 1444 y fallecido el 2 de julio de 1522 en Alcalá de Henares (Madrid). Fue autor, entre otras muchas obras, de la I Gramática de la Lengua Española.

Autor del Siglo de Oro
Son muchos los datos que nos dejó Nebrija, recogidos en los prólogos y las fichas preliminares de algunas de sus obras sobre su propia vida. Así, en la carta dedicatoria con la que se abre el Vocabulario Español (1495), el humanista Juan de Zúñiga (Maestro de la Orden de Alcántara), se dirige al mismo tiempo que protector y amigo, traza un breve esbozo de su persona.

Evoca su infancia, después en tierras de Lebrija, y para recordar su adolescencia, se dedicó enteramente al estudio: primero, en Salamanca; más tarde, en Italia. De esta manera, sabemos que nació en el año 1444, aunque caben ciertas dudas al respecto, ya que existen documentos que llevan la fecha de su nacimiento a 1441. Sin embargo, respondiendo a su testimonio, no hay duda sobre la primera cita:

«Pero a pesar de que me escindí ya el año cincuenta y uno de mi edad porque nací un año antes de que en tiempo del Rey Don Juan la segunda fue la exitosa Batalla de Olmedo», (1445).

Vocabulario Español

Su infancia se dibuja con trazos más emotivos y delicados en los poemas que escribió en honor a su tierra y a sus padres que regresaron de Italia. Son su Antonii Nebrissensis salutatio ad patriam multis annis non before visa et memorata infantia sua, y el título Homeland antiquitate fertilitateque eius et parentibus auctoris, recuerda dónde está su casa, sus primeros pasos e incluso las canciones de su madre. Gracias a estas composiciones panegíricas de notable brevedad, sabemos algo de sus hermanos y hermanas (murieron muy jóvenes) y de sus padres, que decían ser de condición media.

De esa manera, se sabe que Antonio Martínez de Cala y Jarava aprendieron los primeros rudimentos de las letras latinas en su ciudad natal. Este recuerdo permanece en la carta que escribió al Rey Católico, con motivo de su nombramiento como historiador real en 1509:

«Aunque no he aprendido latín en Lacio ni siquiera en Sarmacia, sino en la Bética, que, dice Estrabón, fue la primera entre todos los pueblos hispanos en convertirse en la lengua y las costumbres romanas».

Posteriormente, y de acuerdo con otras noticias que la propia Nebrija da de sí misma, sabemos que completó su Currículum Studiorum a través de viajes dentro y fuera de España, así como muchos otros estudiosos de la época:

«Así que a los diez y nueve años fui a Italia, no porque otros lo sean, ni para obtener ingresos de la iglesia o para traer fórmulas de Derecho Civil y Canónico, más aún, por la «Ley de la Tornada», después del tiempo luengo se restituyese en posesión de su terreno perdido de autores latinos, que ya eran muchos siglos hubo exiliados de España».

Vocabulario Español

Fue precisamente esa estancia en Bolonia, como becario del Colegio Español de San Clemente, quien tuvo que marcar sus pasos posteriores. De hecho, este viaje italiano se determinó que, en España, Nebrija era el principal defensor de muchos de los fundamentos del humanismo, que Petrarca había respirado no pocos poderes en el siglo XIV. Nicolás Antonio, en la biografía de insertos en su biblioteca Hispana Nova Nebrija, arroja luz sobre algunos aspectos de esta etapa de la formación. Nos recuerda que visitó numerosos centros de estudio y que pudo traer «los grandes frutos de las lenguas latín, griego, y la erudición de todas las Artes Liberales». Todo esto fue posible gracias a maestros de la talla del gramático Martino Galeoto. Del mismo modo, Nicolás Antonio recuerda que penetraste en los secretos de la Teología, los dos derechos (utriusque iuris) y el Arte de la Medicina.

Hasta tal punto se impregnó de la atmósfera de renovación cultural y emulación de la antigüedad clásica que decidió cambiar su nombre, según la moda de aquellos tiempos (basta recordarlo tan ilustre como Pomponio Leto o El pontano joviano), con el fin de evocar el glorioso pasado de sus antepasados.

Esa fue la razón que le impulsó a adoptar el apodo de Elio, en correspondencia con los españoles de antaño, como Adriano o Trajano. Eso sí, cargaba así de tintas sobre la antigua Bética, su querida patria andaluza. Al mismo tiempo, Martínez abandonó el apellido y lo sustituyó por Nebrija, de acuerdo con el nombre latino de su Lebrija natal: Nebrissa Veneria, del que encontramos primera mención en el poema Silius Italicus.

Pero este hombre, de espíritu inquieto e innovador, no podía contentarse con la simple acumulación de conocimiento. Por esa razón, dotado de tales antecedentes, decidió regresar a España dispuesto a fortalecer aquí algunas de las características de las tendencias del humanismo italiano. Su primer fautor no fue otro que Alonso de Fonseca, Arzobispo de Sevilla, quien confió la formación de su sobrino Juan de Fonseca, futuro obispo de Burgos. De todos modos, su ambicioso proyecto no podía serlo si solo se dedicara a la educación especial con un pequeño grupo de alumnos, tarea que luego desempeñaron algunos humanistas italianos en familias de la nobleza o de la propia Corte. A la muerte del arzobispo, tres años después de su llegada a Italia, Nebrija se trasladó a Salamanca, Universidad española por excelencia, con el fin de que su doctrina pudiera desplegarse más fácilmente:

«Así que yo, para desarraigar la barbarie de los hombres de nuestra nación, no empecé por otro lado sino por el estudio de Salamanca, que, como fortaleza, tomada por combate, no me dudó de que todos los demás pueblos de España llegarían entonces a rendirse».

Vocabulario Español

Impulsado por este deseo de propalar sus conocimientos, el 4 de julio de 1475 firmó un contrato con la Universidad por el cual se acordó dar dos lecciones diarias durante cinco años: de elocuencia y poesía. Sin embargo, a la vacante Cátedra de Gramática en 1476, se opositó a ella y ganó el concurso. Así logró una de sus más altas aspiraciones: ser considerado gramático, oficio que había sido reclamado por Angelo Poliziano en Italia. Para estos humanistas, la Gramática era el arte básico y fundamental para acceder a otros campos del conocimiento. El gramático, con el dominio de esta disciplina y, por tanto, de la lengua latina, podría entrar en la silva de los textos jurídicos, médicos o teológicos. De hecho, así fue, porque no cabe duda de que Nebrija a lo largo de su vida mostró más que su competencia en todos estos ámbitos, como lo demuestra el diverso conjunto de sus obras y reseñas. A título en vivo, basta citar su Aenigmata Iuris Civilis, también conocido como Lexicon Iuris Civilis, publicado en Salamanca en 1506, o ricas reseñas al Léxico de Dioscórides, aparecidas en Alcalá de Henares en 1518; para esta última obra, Nebrija partió de la versión latina del autor francés Jean de la Ruel.

Volvamos a tu vida para añadir a que ocupó la Cátedra de Gramática durante 12 años, periodo en el que contrajo matrimonio con Isabel Solís, con la que tuvo seis hijos y una hija. La familia larga era demasiada carga para Nebrija; Sin embargo, este fue un momento muy fructífero en las publicaciones. Las Introductiones Latinae vieron la luz en 1481, con un enorme éxito editorial, ya que se erigieron como el primer método gramatical en España para la enseñanza del latín de acuerdo con los nuevos cánones marcados por Lorenzo Valla en su Elegantiarum Linguae Latinae Libri Vl. En 1485, Nebrija leyó su primera Repetitio membris et Guggenheim Grammaticae, y en junio de 1486, titulada la Repetitio Secunda: Corruptis Hispanorum ignorantia litteratam vocibus quarumdam, que es la forma de pronunciar correctamente el latín. Para entonces, Nebrija entró en contacto con Fray Hernando de Talavera, quien, con motivo de la peregrinación de los Reyes Católicos a Santiago, encargó un poema conmemorativo: Ferdinandi is ac Helisabethae Hispaniae regum clarissimorum profectio ad lacobum, que también fue incluido en la Colección de Poesía de Nebrija en 1491.

Fue la Talavera, entonces confesora de la reina, quien le dijo a Nebrija el deseo de que la reina Isabel tuviera las Introducciones editasen junto con una versión en castellano. Finalmente, esta versión latino-española, aparecida en 1486 (aunque hay críticos que prefieren fecharla en 1488), es un ave rara, ya que esta fue la única ocasión en la que la opuesta edición de Introducciones vio la luz. Con el tiempo, esta obra, ampliada con innumerables reseñas e incluso la inclusión de hexámetros a la modalidad manual de Villa Dei (ampliamente criticada por el resto), se convirtió en una Enciclopedia llena de reglas y excepciones y muy alejada de la voluntad inicial de Nebrija. Las críticas más famosas las encontraron en autores contemporáneos, como Lucio Marineo Sículoo algunos posteriores, como Juan de Maldonado en su Paraenesis ad litteras o Juan Valdés mediante su Diálogo de la Lengua.

El deseo de Nebrija de dedicarse a su propia investigación, lejos de las aulas, se cumplió con la ayuda de Juan de Zúñiga, quien le proporcionó el apoyo económico necesario para abandonar la Universidad. Fue un periodo de febril actividad, en el que publicó el Diccionario (1492), el Vocabulario Español (1495), o la Gramática de la Lengua Castellana (1492), defendida también ante la reina por Fray Hernando de Talavera, quien reconoció la utilidad de este instrumento para difundir la lengua castellana en las nuevas tierras del Imperio:

«Tomemos un momento para calibrar la extrema importancia de este trabajo, que ya tiene cinco siglos. Es bien sabido que una de las demandas básicas del humanismo italiano había sido la depuración latina: ahora, no hay que olvidar que otro frente igualmente importante se abrió a favor de la lengua vernácula: era dignificar el español como lo estaba haciendo con la lengua italiana que Petrarca identificaba con el latín».

Antonio de Nebrija fue el primer testigo que recogió y preparó la primera gramática moderna de una lengua vernácula (notas gramaticales densas de extrema izquierda poesía occitana artes y experimentos de naturaleza similar en otras áreas de Rumania). Faltaban terinta y siete años que aparecieron la primera Gramática Italiana de Trissino, cincuenta y ocho que vio la luz el francés Louis Miegret y cerca de cincuenta para el portugués Fernando de Oliveira de 1536.

«De esta manera, se podría arreglar y reducir el artificio de la lengua patria hasta que nuestra antigua lengua se soltó y se salió a la luz y esta causa ha recibido pocos siglos muchas aventuras, ya que, si queremos que se compare con los 500 años actuales, encontraremos tal diferencia y diversidad que puede haber entre dos lenguas».

Por otro lado, Nebrija vislumbró el papel fundamental que correspondería a un castellano regularizado dentro de la política expansionista y unificadora de los Reyes Católicos, pues:

«La lengua siempre fue compañera del Imperio y la siguió de tal manera que juntos comenzaron, crecieron y florecieron».

El español fue, así, un instrumento al servicio de la nueva nación, forjado tras la expulsión de los árabes de su último bastión en el Reino de Granada:

«Y cierto para que no solo los enemigos de nuestra fe ya hayan necesitado saber lengua española por encima de los habitantes, navarros, franceses, italianos, y todos los demás que tienen algún trato y conversación en España y necesitan de nuestra lengua si no vienen de niños a la deprender por uso, más aina podranla conocer mi trabajo por esto».

A pesar de su extraordinaria importancia, la Gramática no volvió a la edición en la vida del autor; de hecho, tuvo que esperar hasta el siglo XVIII una Segunda Edición a manos de Francisco Miguel Goyeneche, Conde de Saceda.

Para retomar el hilo conductor de las obras de este período de Otium, compuestas junto al maestre de Alcántara, anote su muestra Antigüedades de España (1499), que constituye un claro ejemplo de interés humanístico que despertaron los restos arqueológicos, que fue testigo de un glorioso pasado cultural; en el fondo de esta preocupación por los vestigios de la antigüedad estaba latiendo un claro sentimiento nacionalista que Nebrija no había dudado en declarar en cualquier otra ocasión, como en el prólogo de su Gramática:

«Y porque mi pensamiento y victorias siempre fue ampliar las cosas de nuestra nación».

Otros signos de este interés humanista por las ruinas son varias poemillas dedicadas a ciertos monumentos romanos, compuestas por esas mismas fechas: la Emerita restituta, su Traiani Caesaris Ponte y De statua Amaltheae, incluyendo a todos en la edición de sus poemas de 1491. Por último, hay que recordar una nueva pieza dedicada a Zúñiga: su Cosmographiae Isagoge (1498), que, como han recordado algunos críticos, responde al interés suscitado por las cuestiones geográficas y astronómicas en una época marcada por los grandes viajes y descubrimientos.

A esta época pertenece también la tercera edición de las Introducciones (1495), también conocida como Recognitio, en la que el texto gramatical iba acompañado de una extensa glosa; Desde entonces, hubo dos formas distintas de trabajo impreso: un extenso, que consiste en texto y comentario, en folio de tamaño, y uno más corto en tamaño de una cuartilla.

Para estos años, también brilló con especial deslumbramiento el polígrafo Nebrija, entregado a temas científicos como la astronomía; de hecho, su aportación fue decisiva para la recuperación de la figura y la obra de Ptolomeo, con la indicación exacta de latitudes y longitudes para cada lugar del mundo. En este sentido, Nebrija ofreció el epítome en Cosmographiae Introductorium (1499), obras en las que el punto de partida está en el signo de aries en la esfera celeste y la Isla de Hierro en la Tierra. Este trabajo se refiere a los descubrimientos en el Nuevo Mundo, lo que le da un valor agregado.

Incluso bajo la protección de Zúñiga, Nebrija opositó a la cátedra que había estado vacante en Salamanca a la muerte de Pedro Gomiel en 1503, aunque nunca llegó a ocuparla. Sólo a la muerte de su protector, en 1504, Nebrija devolvió sus pasos hacia la ciudad de Salamanca, donde en 1505 tomó posesión de una nueva Cátedra, también ganada por la oposición. Al final de este curso, leyó la Repetitio tertia: peregrinum dictionum accentu y, en ese mismo año de 1506, publicó su Lexicon Iuris Civilis. En 1507, saca a la luz su Repetitio Quarta: «De Litteris Hebraicis cum quibusdam annotationibus in Scripturam sacra»; también ese año es su quinta Repetitio, analogy, hoc est de proportione. Su actividad literaria e investigadora lo absorbió todo el tiempo, por lo que, poco a poco, comenzó a descuidar su asistencia a la escuela. Esta situación, en 1509, el personal de la universidad decidió abandonar su cátedra al no haber pisado por clase durante más de cuatro meses. Tenemos que asumir que ese fue un duro golpe para el maestro, que no tenía otro medio de subsistencia que su salario como maestro.

El Rey, se dice que fue asesorado por su secretario Miguel de Almazán, al cual nombró Cronista Real para que escribiera la historia de su reinado. Así comenzó la actividad histórica de Nebrija, que expuso sus ideas sobre tan noble profesión en la carta dirigida al monarca, insertada al inicio de la historia de los Reyes Católicos, conocida con el título de Divinatio en la historia de la escribana. En ese lugar, Nebrija celebra que Fernando el Católico haya seleccionado a un español para realizar dicha obra, optando en su lugar por otros escritores extranjeros. Con esas palabras, se refirió claramente a otros dos historiadores de origen italiano presentes en la corte, los famosos Lucio Marineo Siculo y Pedro Mártir de Anglería, y se refirío a ellos en estos términos:

«Non non possum magni facere tuum of me iudicium, clarissime Princeps, quod, former so doctissimorum virorum qui per omne ditionis tuæ imperium luxury sunt, copy me potissimum delegeris, cui immortalia tua gesta latino sermone describenda mandares».

«No puedo estimar mucho juicio de mí que tienes, príncipe muy claro, porque entre tantos doctísimos varones están dispersos por tu Reino, me he elegido como el más adecuado para escribir en latín tus hazañas inmortales».

Mientras que en la misma Epístola, Nebrija decía haber ido recopilando documentos y noticias relacionadas con el tiempo que tuvo que historiar, otros autores contemporáneos nos cuentan que su trabajo se limitaba al traductor de la obra de Hernando del Pulgar, escrita en español. La obra fue publicada póstumamente en 1545 gracias a su hijo Sancho, quien, abandonando su dedicación al Derecho, y posteriormente, fundó una imprenta en Granada con el deseo de publicar versiones fiables de las obras de su padre, en particular del diccionario, que, en sus palabras, «era extremadamente depravado». Así, vio la luz la obra titulada. Rerum Fernando Elisabe Hispaniarum et foelicissimis regibus gestarum decades duas, junto con otros dos libros sobre la Guerra de Navarra que compuso el humanista. La accidentada labor de Nebrija como historiógrafo le reservó algún contratiempo adicional, como el golpeado por un comentario de Andreas Scoto, que definió su estilo de «humilis» ('bajo'), «ya sea porque encargó escribir la historia, ya era viejo porque interrumpido por la muerte no podía pulirlo».

En agosto de ese mismo año 1509, Nebrija volvió a opositar a una Cátedra de Retórica en Salamanca, que obtuvo al no presentarse a ella a nadie más. Obras estrechamente relacionadas con esta nueva etapa en el vientre materno en la Academia Salmantina son la sexta Repetitio, Mensuris, 1510, donde se encuentran las unidades métricas de capacidad y longitud utilizadas por los antiguos; la Repetitio VII: «De Ponderibus», de 1511, que trata de las antiguas unidades de peso y capacidad con la inclusión de un interesante glosario de términos relacionados con estos conceptos; y la Repetitio VIII: «De Numeris», de 1512, donde recoge las diferentes denominaciones que los clásicos eran para los números ordinales y cardinales. Más tarde, los tres fueron impresos juntos bajo el título de Repetitio VII: «De Ponderibus», en 1527. Como J.M. López Piñero con respecto a estas materias, «por otra parte, no está demostrado que Nebrija pudiese medir un grado del Meridiano en terrestre», como orientan varios historiadores apologéticos desde Fernández de Navarrete. El único fundamento es un vago testimonio de las Diversas Lecciones (1542) de Pedro Mexía Silva.

El ambiente en la Universidad se estaba calentando cada vez más. Con su actitud combativa, Nebrija había logrado regresar contra los espíritus de muchos eminentes representantes de la vida universitaria del momento. Dirigió una burla de acero contra la actitud pasiva de la facultad salmantina en el Prólogo de su Repetitio VIII: en su forma de ver las cosas, la publicación de repeticiones como suyas podría ser una buena manera de demostrar el conocimiento de los profesores universitarios. En su ataque, Nebrija recurrió a una anécdota en la que mostraba al sorprendido Papa ante el sistema universitario español, en el que los profesores tenían trabajos vitalicios, lo que conlleva además una jubilación adicional, con el consiguiente detrimento de su actividad investigadora.

Esta fue la gota que colmó el vaso. Su última ceremonia académica en Salamanca fue la lectura de su Relectio latin accentu donato latinitate aut nona, en 1513. Cuando ese mismo año quiso ocupar la Cátedra de Gramática, que curiosamente el libro de texto no era otro que sus Introducciones, solo logró quedarse en segundo lugar, pues la plaza se la concedieron al Bachiller Castillo García.

A principios del siglo XVI, el Cardenal Cisneros emprendió la creación de la nueva Universidad de Alcalá de Henares, que nacería con un espíritu plenamente acorde con los nuevos tiempos. En el corazón de esta nueva Academia, con una selecta lista de eruditos de los idiomas hebreo, griego y latín, emprendió el trabajo de edición de la Biblia, que adoptó algunos de los métodos de la nueva filología humanista. Como se puede sospechar, Nebrija había seguido de cerca la actividad del cardenal. Mucho antes, él ella se había sentido atraído por el estudio de las Escrituras. 1501 fue su Hymnorum recognitio cum expositione occurrit aurea, que no era más que una edición de una colección de himnos muy famosos en ese momento. Algunos de sus trabajos sobre Filología Bíblica le llevaron incluso a tratar con el Gran Inquisidor, Fray Diego de Deza, con motivo de su primera Quinquagena, un porqué en el que se explican medio centenar de lugares de las Sagradas Escrituras. Para defenderse, Nebrija escribió sus disculpas, indicando que ha elegido como juez en el proceso al propio Cisneros. Finalmente esta obra de Nebrija pudo ver la luz en una tercera versión, la Tertia Quinquagena (1516), una vez que Cisneros fue nombrado Gran Inquisidor en 1507. Así, es posible comprobar que la amistad entre Nebrija y Cisneros venía de muy atrás.

Cuando Nebrija tuvo que abandonar la Universidad de Salamanca tras la vergüenza de ser derrotado en la Cátedra de Gramática, se dirige hacia Alcalá de Henares para buscar asilo con el gran Cardenal. Esto, según su biógrafo Alvar Gómez de Castro, le acogió con gusto. Así comenzó la última etapa de su vida, que estuvo vinculada de manera muy flexible al Colegio, pues el propio Cisneros le había dado permiso para «leer lo que quisiera y, si no quería leer, no leerlo». De todos modos, en contra de los primeros deseos del cardenal de que Nebrija formaba parte del equipo encargado de editar la Biblia, pronto surgieron las disensiones. Cisneros, de hecho, no pretendía preparar una nueva edición de la Biblia, sino más bien una buena edición de la Vulgata; por esta razón, el Cardenal no tuvo reparos en alterar los textos en griego o hebreo para acomodar la tradición latina. Por otro lado, Nebrija, partidario del texto latino según los testimonios que cambian las obras más antiguas de las lenguas bíblicas (hebreo, latín o griego), no se sentía cómodo con el método. Por esta causa finalmente abandonó el proyecto y explicó sus motivos en una carta al Cardenal Cisneros:

«Cuando llegué de Salamanca, dejé de publicar allí viniendo a Alcalá a entender en la corrección del latín, que comúnmente se corrompe en todas las Biblias latinas, comparándolo con el hebraico, el griego y el caldeo. Y ahora, si se encuentra algo o falta de él, que todos cargarían la culpa sobre mí y dirían que la ignorancia era mía ya que se dio cuenta de la carga tan mala que me enviaron. Entonces V. S. me dijo que hiciera lo mismo que otros habían ordenado, que no me moviera de lo que comúnmente se encuentra en los libros antiguos».

De todos modos, Nebrija permaneció en Alcalá de Henares y siguió manteniendo una buena relación con el Cardenal. El médico y filósofo, Juan Huarte de San Juan, para recordar la figura de Nebrija, asegura que, «en los últimos tiempos había perdido la memoria, por lo que necesitaba tomar clases de escritura para saber qué tenía que contar». Merece una última curiosidad. Con respecto a la apariencia física del maestro andaluz, tenemos con la descripción de la misma que nos dejó Nicolás Antonio, que, según numerosos relatos, señala que: «era de mediana, pero compacta en estatura y con un rostro que reflejaba majestad e insinuaba un hombre dedicado al estudio; voz agradable, piernas delgadas ojos pequeños, similar a Aristóteles, (de acuerdo con lo que cuenta Laércio)». Nos cabe o no caso la interpretación que las características corporales hicieron los tratados de fisonomía, esas fueron las huellas de uno de los personajes más importantes de la historia cultural de España: un debelador de la barbarie, como a él mismo le gustaba llamar, que abrió una nueva era en la historia de nuestras letras que culminó con los frutos de nuestro espléndido Siglo de Oro.

Algunas de las obras de este último periodo en la vida de Nebrija son la tabla de la diversidad de los días y horas de 1517, que incluía unas cuantas imágenes que podían encontrar las horas y a tiempo parcial en las ciudades de España y el resto de Europa. Inédito sería su De ratione calendarii, cuyo punto de partida era una consulta que el Papa León X había hecho a la Universidad de Salamanca en 1515; Además, sobre este tema dio luz 26 axiomas, Carmina tituló ex diversis aucthoribus en la colección Calendarii Rationem. En la cronología está también la tabla de la diversidad de los días y horas partes de hora en ciudades, pueblos y lugares de España y otros de Europa, respondiendo a ellos por su paralelo (1517), basado en el famoso Almanaque o Almanaque abraham Zacut. Su discípulo fue Juan Ginés de Sepúlveda, cuyo De correctione anni et mensium romanorum, escrito alrededor de 1535, disfrutó de un largo éxito editorial.

También en 1517 aparecieron sus Reglas de Ortografía en Lengua Castellana, en su último intento de dar ciertas reglas al español tras el rotundo fracaso de su gramática al respecto. Ya enfermo, como nos cuenta el «brocense» en el prólogo de su Minerva, había dado algunos retoques y unido algunos materiales a sus Introducciones, aunque se quejaba de que su debilidad no permitía dejarlos concluidos. La edición revisada ya era póstuma, publicada en Alcalá en 1523, cuando sabemos que Nebrija murió el 2 de julio de 1522.

Junto a estas obras, que llamamos creación, había algunas que se inspiraron en su enseñanza; Nos referimos a su trabajo como editor de textos latinos, especialmente poéticos. Hay que citar sus ediciones con comentarios más o menos amplios de Persio, Sedulius, Prudencio; póstumamente, su comentario se le apareció a Virgilio. Junto a estos textos, cuyo estado de ánimo es claramente escolar, hay otros como su Artis Rhetoricae compendiosa coaptatio ex Aristotele, escrito en nombre de Cisneros, también poseía un propósito introductorio, y un breve tratado sobre la educación de los niños, de Liberis Rappresentazione, compuesto para Miguel de Almazán. 

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