Nació en 1660, en Madrid, y falleció en 1728, en Ocaña, (Madrid). En 1689 ya ocupaba un puesto en el Ministerio de la India, Departamento de Nueva España. Fue amigo del dramaturgo Francisco Banses Candamo, a quien reemplazó como poeta oficial del gobierno en 1694. En 1696 fue contratado por el Ayuntamiento de Madrid como compilador de los Jeroglíficos del Sepulcro de la Reina Madre, Mariana, realizada durante el acto conmemorativo el 19 de mayo en el monasterio de Santo Domingo el Real; En 1698 se convirtió en Chambelán del rey Carlos II.
El ayuntamiento también le confió las inscripciones en el coche fúnebre real de la misma iglesia, y compuso sus ritos funerarios en verso.
Finalmente, en honor a Luis, el gran Delfín, Príncipe Heredero de Francia y padre de Felipe V de España, recibió el encargo de escribir Los Jeroglíficos en 1711.
Un ferviente partidario de la Casa de los Borbones durante la Guerra de Sucesión española, se vio obligado a esconderse de los partidarios pro-austriacos. Celebró la entrada de Felipe V a Madrid con la ordenanza sagrada del Traje Nupcial del Cuerpo y el Alma, que siguió el precedente de Pedro Calderón de la Barca; también celebró este evento con una balada heroica llamada Epinicio métrico, Prosphonema numeroso. La zarzuela El amor lo conquista todo fue escrita en honor al cumpleaños del rey francés Luis I, en 1707 y representada en el Parque del Buen Retiro con música de Antonio de Literes; su drama musical se dirigió a la boda de Luis. En 1722 publicó una colección de sus obras titulada Nuevas Comedias, que lo muestra como seguidor del estilo calderón, revisando muchas de las comedias del siglo XVII y proclamando la popularidad de Ramón de la Cruz.
Cultivó géneros dramáticos populares en esa época: comedias religiosas y comedias sobre santos (Judas Iscariote, El Lucero de la Mañana de Madrid y El divino trabajador de San Isidro, La honda de David), las comedias históricas, cada una de ellas es un «sentido», familiar, La Doncella de Orleans (sobre Juana de Arco), La defensa de Tarifa, La destrucción de Tebas, y comedias nominales, de las que destacan especialmente Don Domingo de Don Blas y Don Bruno de Calahorra, y sobre todo Encantado por el poder, estrenadas en 1698 y una de sus comedias más famosas, Ridiculizando al tonto Don Claudio; en esto y al estilo de Moliere dibuja un personaje que tiene más vicios que virtudes comunes a una clase social poderosa en términos de economía, posición y superioridad moral percibida; en la obra, su negativa a casarse a cambio interfiere con el matrimonio de su hermana, y su actitud arrogante, prejuiciosa y caprichosa causa dolores de cabeza a sus sirvientes, amigos y al médico.
El resto de personajes que lo rodean no tienen más remedio que tejer una red de engaños en la que se le hace creer que está maldito y morirá si no se casa. Para ello, utiliza todos los medios a su alcance. Fue la obra más famosa de su tiempo, que se representó durante más de siglo y medio. Otro de sus trabajos más exitosos es, Sin fechas incumplidas y deudas impagas, o El invitado de piedra, basada en la Leyenda de Don Juan, menos sutil que la de Tirso de Molina y más realista que José Zorrilla, ya que no tiene un final tan ambiguo. Esta pieza se representó todos los años en la fiesta de los muertos hasta que fue reemplazada por obras de Zorrilla.
Una de Zamora también le atraían los temas folclóricos y fantásticos, como lo demuestra, por ejemplo, su popular comedia de El mago de Salerno. También desarrolló la zarzuela, a la que llamó «drama musical»; su Libreto para el ballet de viento - La alegría del amor, con música de José de Nebra; para este tipo de trabajos, prefirió temas mitológicos.
Sus obras dramáticas fueron publicadas en cuatro volúmenes en Madrid en 1722 bajo el título Nuevas Comedias, o Comedias Nuevas, con los mismos sainetes con que se ejecutaron, y en Madrid en 1744 se publicaron con el título de Comedias de Don Antonio de Zamora gentil-hombre que fue de la casa de su majestad, y su oficial de la Secretaría de Indias, parte de Nueva España. Sus entremeses representan un período de transición al popularismo de Ramón de la Cruz, incluyendo obras como Bofetadas, gurruminos y las gurruminas, Traje de rocío, Estacas y bailes del propietario. El amor del comerciante, y El juicio de París, fueron todos bocetos completos, divertidos y satíricos; se pueden encontrar en la colección: Los entremeses de Cotarelo.
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